Quienes son los Progresistas en Irak?

This article in Spanish, “Who are the Progressives in Iraq? The Left, the Right and the Islamists,” was originally published in English by Foreign Policy in Focus on September 21, 2004. It was translated by Alexander Renderos of the editorial group, Raíces, based in San Salvador, through DesdeElSalvador (www.desdeelsalvador.com.sv).

Un evento en Baghdad pasó sin ser reportado por la tradicional prensa escrita, e incluso la “alternativa”, a pesar de que ello implica que el poder de Estados Unidos sobre el futuro político de Irak puede estar menguando. En Agosto, La Casa Blanca apoyó el establecimiento del Consejo Nacional Iraquí compuesto por 100 iraquíes provenientes de grupos religiosos, tribales y étnicos, en su esfuerzo por influenciar la composición del Cuerpo Electoral de Vigilancia Iraquí. No obstante en este mes (septiembre), dos grandes partidos políticos, ambos por mucho tiempo vistos con sospecha por Washington, salieron aventajados en la votación.

Muchos critican la legitimidad del proceso sobre el cual la Administración Bush ha depositado sus esperanzas para conducir a Irak a las elecciones generales en enero del 2005. Las indirectas elecciones acontecieron bajo condiciones de guerra, y la Associated Press reportó que morteros explotaron cerca del lugar de la convención en Bagdad donde los delegados se reunían. Los delegados iraquíes también extendieron de dos a cuatro el número de puestos para la vicepresidencia en el Consejo Nacional. De no haberlo hecho los resultados habrían sido aún más preocupantes para Washington.

En la votación de Septiembre, el delegado perteneciente a La Asamblea Suprema por la Revolución Islámica en Irak, Jawad al-Maliki, salió primero con 56 votos. Este es un grupo shiíta al que el Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, denunció de ser una herramienta de Irán durante la invasión de Irak liderada por Estados Unidos. Y otro iraquí, aún menos atractivo para Washington, el Secretario General del Partido Comunista Iraquí, Hamid Majid Moussa, resultó segundo con 55 votos. Mientras tanto, Rasin al-Awadi, el delegado perteneciente al Acuerdo Nacional Iraquí, cuyo grupo en un tiempo fuera respaldado por la CIA, y cuyo lider Iyad Allawi fuera también apoyado por la Administración Bush como candidato a Primer Ministro Iraquí, salió en tercer lugar con 53 votos. Nasir A’if al-Ani, el delegado perteneciente al Partido Islámico Iraquí, un grupo sunita con simpatías por la resistencia baatista operando en el oeste y norte de Bagdad, resultó cuarto con 48 votos.

Cualquiera sea el resultado, contar con un solo un aliado electo de una lista de cuatro asientos dentro de un potencialmente importante Cuerpo Electoral de Vigilancia, no augura ningún bien para la Administración Bush. Después de conformarse el ahora Consejo Nacional Iraquí y con anterioridad de emitir su voto, el vocero de La Casa Blanca, Scott McClellan, durante una estadía en el rancho de los Bush en Crawford, Texas, declaró: “La elección del Consejo es una muestra que el pueblo iraquí no permitirá que elementos terroristas se interpongan en el camino de su futuro democrático”.

Pero que tal si las próximas elecciones de enero conllevan a la elección de un gobierno no respaldado por la Administración Bush. El respetado arabista de la Universidad de Michigan, Juan Cole, estuvo entre los primeros en reportar los resultados del Consejo Nacional Iraquí. En su sitio web: www.juancole.com afirmó: “Esta lista es una evidencia más de que EE.UU invadió Iraq para poner en el poder a una coalición de comunistas, islámicos y ex nacionalistas baatistas. Si usted hubiera mencionado semejante cosa hace unos tres años, se hubieran reído de su persona”.

LOS AMIGOS DE MIS ENEMIGOS

Muchos norteamericanos de izquierda parecen conocer muy poco acerca de sus similares iraquíes, ya que para entender su rol se requiere un acercamiento variado y delicado. Lamentablemente, análisis de grupos anti-imperialistas como los de la internacional A.N.S.E.W.R, ya se han dejado insinuar en sitios de alternativas progresistas. Despachos y columnas en The Nation, asi como reportajes y comentarios en el independiente y sindicado programa de radio “Democracy Now”, no han hecho más que ignorar el papel de iraquíes progresistas, al tiempo que han destacado el papel de los varios grupos de resistencia iraquí que luchan en contra de la invasión de Estados Unidos, sin preocuparse por averiguar quienes son estos grupos y lo que representan para el pueblo de Irak.

Por ahora, muchas cosas acerca de la guerra en Irak son muy claras: la invasión de Estados Unidos ha sido el paso más imprudente y peligroso desde la guerra de Vietnam por lo cual ya paga caro, previéndose que para el futuro, el precio será aún mucho mayor debido a su imprudente acción. Más de mil soldados estadounidenses han muerto en poco más de un año en una campaña que ha debilitado profundamente la seguridad de EE.UU, y lo que el candidato demócrata por la presidencia John Kerry, se las pueda haber arreglado por articular. Según encuestas de opinión pública internacional, nunca han existido sentimientos de tanto resentimiento e incluso desprecio en contra de Los Estados Unidos alrededor del mundo como ahora. Y es éste exactamente la clase de ambiente en el que grupos terroristas como AlQeda prospera.

Activistas estadounidenses que se manifestarón en contra de la guerra en Irak, hicieron una invaluable contribución permitiendo que el resto del mundo se enterara que millones de estadounidenses se oponían a la invasión liderada por EE.UU. Pero el enemigo del enemigo de uno, no es necesariamente su amigo. Pensar lo contrario es abrazar la lógica Orwelliana que hace de los estadounidenses anti-guerra lucirse, no solo como mal informados, sino que al mismo tiempo tan cínicos como los pro-guerra. La ironía de la guerra en Irak es que la Administración Bush hizo una decisión unilateral para destronar del poder a uno de los líderes más despreciados de entre los déspotas del mundo, pero al hacerlo unilateralmente puso en su contra a incontables personas alrededor del mundo.

¿ QUIEN ODIABA A SADDAM?

Dentro de los detractores de Saddam se incluyen siempre no otro más que Bin Laden, que hace tiempo se mofó del líder iraquí calificándolo de “infiel” y “falso musulmán” durante toda ocasión que brindó entrevistas ó en declaraciones escritas. Pero de hecho, aún los musulmanes más radicales, saben muy bien que no otro gobierno árabe moderno, torturó y asesinó a tantos musulmanes como el régimen baatista de Husseim. Y por igual, ningún líder del Medio Oriente ha torturado y asesinado a tantos comunistas como el régimen de Saddam.

El Partido árabe Renacimiento Nacionalista [o] Baatista ha sido anti-comunista y anti-islámico, y desvergonzadamente ha defendido al nacionalismo étnico. Arabes étnicos de la preponderante fe sunnita por mucho tiempo han dominado el Partido baatista, a pesar que aún hoy solo constituyen un 17{2ef06ca992448c50a258763a7da34b197719f7cbe0b72ffbdc84f980e5f312af} de la población iraquí, siendo este porcentaje solo un pequeño escaño por arriba de la población blanca de Sur Africa.

Arabes étnicos de la secta Shiita Musulmán mientras tanto, son casi tan numerosos en Irak como los negros de Sur Africa. Alguien con cierto interés en hacer algo por los pobres debería saber que los shiítas han sido los más indigentes de los iraquíes, y los que más sufrieron durante el embargo de las Naciones Unidas apoyado por Los Estados Unidos. Shiítas masculinos siempre fueron poco menos que pólvora de cañón para las aventuras militaristas de Saddam. Y al igual que los shiítas, los kurdos de Irak, que son un 20{2ef06ca992448c50a258763a7da34b197719f7cbe0b72ffbdc84f980e5f312af} de la población, jamás disfrutaron más de lo que se puede denominar como una representación simbólica bajo el régimen de Saddam.

La resistencia a Saddam Husseim tomó muchas formas desde 1979 al 2003, con grupos en contra del derrocado líder organizándose desde shiítas islámicos y kurdos nacionalistas, hasta líneas del Partido Comunista. Cada uno de estos grupos perdió decenas de miles de partidarios durante las barridas contrainsurgentes del régimen baatista. Y algunos estadounidenses de izquierda pidieron disculpas por el régimen de Saddam, diciendo que no era peor que otros en el mundo. Pero el comportamiento de Saddam merece una categorización única, por sus procedimientos viciosos de represión que a menudo incluía la tortura y violación de familiares de personas sospechosos de ser disidentes. Pocos gobernantes han sido tan brutales en cualquier parte del mundo con excepción del gobierno guatemalteco apoyado por la CIA en los años 80. Ambos gobiernos, el guatemalteco y el de Saddam, fueron clandestinamente respaldados por la CIA durante la administración Reagan.

En años recientes, izquierdistas estadounidenses no fueron los únicos en ignorar a los varios grupos iraquíes que por mucho tiempo resistieron la tiranía de Saddam. La derecha estadounidense liderada por neoconservadores de la administración Bush, también ignoraron a estos grupos de resistencia cuando buscaron aliados iraquíes durante la escalada de la invasión en el 2003. En lugar de abrazar a una amplia base de grupos anti-Saddam como la oposición musulmán shiíta o la secular resistencia izquierdista, los cuales mantenían cuadros armados y clandestinos dentro de Irak aún a finales del 2003, La Administración Bush se alió con grupos de ex-monarquistas liderados por el ahora desacreditado Ahmed Chalabi. Un sólido miembro de la vieja clase dominante, el padre de Chalabi era el hombre más millonario de Bagdad en 1958, tiempo en el cual la efímera monarquía impuesta por los británicos fue derrocada. Eventualmente los baatistas comandados por Saddam sobresalieron en la consiguiente lucha por el poder, y tanto la mayoría shiíita así como los kurdos que conforman la segunda población más extensa de Irak, quedaron excluidos de la riqueza y el poder.

LA RESISTENCIA CONTRA LOS REVOLUCIONARIOS

Hay varias facciones que combaten ahora contra las fuerzas de EE.UU, y la mano dura de la ocupación estadounidense ha incitado a nacionalistas iraquíes a unírseles. Los abusos estadounidenses han incluido desde allanamientos a viviendas con las tropas a menudo maltratando a mujeres y aterrando niños, tiroteos en poblaciones vulnerables que han causado bajas civiles, y la humillación y tortura de iraquiís dentro de la prisión de Abu Ghraib.

Sin embargo, todos los grupos organizados en la resistencia iraquí son fuerzas reaccionarias de una u otra clase. La resistencia alrededor y entre las ciudades de Falluja, Tikrit y Bagdad en el llamado “triángulo sunita” es liderada por ex baatistas que aspiran en retomar al poder a la minora dictactorial. Como lo señala Juan Cole, Nasir A’if al-Ani, el delegado sunita ante el Consejo Nacional Iraqui por el Partido Islámico Iraqui, ni siquiera reconoce a la población shiíta como una mayoría en Iraq. (Ni siquiera los más recalcitrantes “afrikaners” en el aparthied en Sur Africa pretendieron que la población negra era una minoría).

Mientras tanto algunos como Naomi Klein del periódico “The Nation”, parecen haber caído ingenuamente al lado de la milicia al-Mahdi que recientemente combatió con los marinos estadounidenses en Najaf. La milicia al-Mahdi es un grupo de oposición holgadamente organizado y liderado por Muqtada Al-Sadr. Al-Sadr es un hombre que heredó su rol después de que su padre y dos de sus hermanos fueran asesinados por Saddam. Careciendo tanto de la madurez y el entrenamiento como clérigo de mayor rango, Al-Sadr ha tratado de atraer dentro de sus partidarios a clérigos shiítas de mayor peso, mediante la aplicación de los principios fundamentales del islam shiíta que incluye la explícita represión de homosexuales y mujeres.

El tercer elemento considerable de resistencia en Irak está compuesto por islámicos extranjeros miembros de AlQeda, tanto como la real familia saudita y Bin Laden, practican la versión más extremista del islám conocida como “Wahaabism”. Las últimas victimas de este grupo pueden haber incluido a las dos ya liberadas pacifistas italianas que trabajan para la ONG italiana “Un Puente a Bagdad”, y que al igual que los otros grupos anti-guerra estadounidenses trabajando en Irak está explícitamente opuesto a la ocupación estadounidense. Y en la otra mano, tanto Jeremy Scahill de “Democracy Now” y Naomi Klein de The Nation, han escrito en The Guardian de Londres, que un grupo de inteligencia apoyado por Occidente pudo haber estado detrás de los secuestros, sugiriendo que la CIA u otros, raptaron a las mujeres para desacreditar a la oposición iraquí.

Los iraquíes favorecidos por la Administración Bush pueden ser seculares pero apenas son personas admirables. El Primer Ministro, Iyad Allawi es un ex baatista que dejó el Partido Baath a mediados de 1970. Paul McGeough del Sydney Morning Herald, reportó que con un revolver, Allawi personalmente ejecutó a seis iraquíes en la estación policial de Bagdad justo antes de convertirse en Primer Ministro. Sin embargo ninguna prueba de este crimen está próxima por el momento. Y las credenciales democráticas de Allawi tampoco son impresionantes: prohibió el trabajo de la cadena de televisión al-Jazeera, y ha impuesto ciertas formas de ley marcial.

Ni los grupos de resistencia aclamados por los muchos estadounidenses de izquierda, o los partidos de gobiernos apoyados por la derecha, parecen reflejar los puntos de vistas y aspiraciones de la mayoría del pueblo iraquí, que mejor parecen sustentar sus esperanzas en el surgimientos de grupos muy independientes del pasado régimen de Saddam y del creciente gobierno ditactorial de Allawi. Estas posibilidades incluyen a grupos shiítas moderados y seculares izquierdistas, a través del los cuales el pueblo iraquí espera acceder al poder por primera vez en su historia.

Desafortunadamente, la mayoría del pueblo iraquí parece haber sido olvidada, tanto por la izquierda como por la derecha norteamericana. Los iraquíes tienen que ser valorados por lo que son, no como peones en alguna agenda política partidaria. Semejante chovinismo pueden esperarse de extremistas derechistas de “America-First”, pero también semejante postura a puras penas es defendible por cualquier conciente de ser progresista. Así que no es ninguna sorpresa que en lugar de ver la sumamente contradictoria y a la vez compleja realidad política de Irak, muchos estadounidenses de izquierda mejor han preferido aferrarse a la comodidad que proviene del simple uso del slogan.

Frank Smyth es un periodista freelance que estuvo “embedded” (incrustado) con las guerrillas izquierdistas en El Salvador, Irak y Rwanda. En 1991 cubrió los levantamientos en contra del régimen de Saddam Hussein en Irak, lugar donde fue capturado para luego permanecer cautivo por dos semanas en la prisión iraquí de Abub Ghraib. Es colaborador de Raíces.

(Traducción Alexander Renderos, miembro grupo editor de Raíces)

Estado Unidos no debería confiar en los hombres “yes” de Irak

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¿Cómo terminamos con tantos aprietos en Irak? Porque hicimos lo que hemos hecho por largo tiempo: Buscamos no a los extranjeros con quienes todavía necesitamos trabajar, sino a los exiliados que fueran más parecidos a nosotros.

La práctica de imponer poderes impopulares no comenzó con esta administración de Bush hijo. Es una que los hacedores de la política de Estados Unidos han venido persiguiendo con diferentes resultados. Pero en un mundo tan complejo como este después del 11/9, los días de seleccionar líderes con caracteres de un nobel a lo Graham Greene, se han ido. Al contrario, nosotros debemos construir relaciones con los extranjeros que tienen apoyo entre su propia gente y dejar de acercarnos a los que meramente nos dicen lo que queremos escuchar.

Los hijos de los extranjeros favoritos a menudo disfrutan de más apoyo en esta nación estadounidense que en la suya, apoyo basado en ilusiones que han venido vendiendo de puerta en puerta y que puede tomar años antes de que sean expuestas. Tal hombre fue el presidente de El Salvador, José Napoleón Duarte, quien una vez disfrutó de un amplio consenso bipartidista en Washington.

Duarte era tan dependiente de nosotros para mantenerse en el poder, que él no solamente escribió su autobiografía cuando todavía era presidente en el contexto de la guerra civil de su país, sino que la escribió y la publicó en inglés para que nosotros la leyéramos, en lugar de su propia gente.

Les tomó cinco años a los políticos de Estados Unidos para que finalmente se dieran cuenta de que Duarte, por todas sus promesas color rosa, había fracasado.

Pero ha tomado solamente un año para la mayoría de políticos el darse cuenta que los iraquíes seleccionados por Estados Unidos, están fracasando. El Pentágono ha favorecido a Ahmad Chalabi, mientras que el Departamento de Estado ha preferido a Adnan Pachachi. Ambos son exiliados que no sentaron sus pies en Irak por más de tres décadas, y tampoco nunca se han unido a algún distrito electoral dentro de Irak.

Pero cada uno de ellos se ve bien en papeles. Fluido en inglés, Chalabi estudió matemáticas antes de convertirse en banquero, y él se describe a sí mismo no en términos religiosos sino como un secular Shia Iraki. Pachachi, quien tiene mejores enlaces en el mundo árabe, es un antiguo diplomático quien una vez representó a Irak en Nueva York, en las Naciones Unidas. Chalabi y su familia estuvieron cerca de la “Iraq’s old British-imposed monarchy”(La pasada monarquía inglesa impuesta sobre Irak), mientras que Pachachi sirvió para “Iraq’s pre-Baathist military regimes”( Los regímenes militares antes de la fundación del partido Baath ). Cuando los diferentes oficiales de la actual administración buscaron sobre el colorido pero confuso paisaje sectario de Irak, estos dos hombres sobresalieron.

Una razón por la que Chalabi se encontró favorito por tanto tiempo es que él, en particular, siempre nos dijo que “sí”. “Yes”, los iraquíes van a alzarse cuando tú invadas, a pesar de que Estados Unidos los traicionó la última vez que ellos se alzaron contra Saddam durante la primer guerra del Golfo Pérsico (el libro de Bob Woodward “Plan de ataque”, reporta que el vicepresidente Dick Cheney no supo hasta después de la invasión que “el trauma” entre Shias iraquíes por esa “traición”, todavía era muy grave). “Yes”, tú podrías explotar el petróleo iraquí por medio de un tratado de dulce corazón con Halliburton, aunque solo unos cuantos iraquíes se beneficien de ello.

“Yes,” Chalabi argumentó, tú podrías usarme para dar forma a un gobierno de tu conveniencia, incluso si los iraquíes no lo eligen. Oh, y no te preocupes acerca de todas esas tensiones religiosas y étnicas, conmigo a cargo, juntos vamos a transcenderlas.

La más grande ficción que Chalabi difundió fue la misma que Duarte, que llevar la democracia a su país era sinónimo de ponerlo a él en el poder. Esta es la gran mentira que la Casa Blanca podría haberse tragado. El mes pasado en Washington, el presidente George W. Bush dijo a los editores de periódicos que él todavía planea llevar la democracia a Irak. Pero lo que Bush todavía no puede entender es que algunas elecciones democráticas no son como para conducir a algún gobierno que él tiene en mente, o elegir a algún líder que él conoce.

Cada uno debería saber por ahora que el futuro de Irak podría bien manejarse sobre la palabra, o vida, de un clerigo de 74 años de edad de la fe Shia Musulmán, Ali Sistani, quien viste un turbante negro calificándolo como un descendiente del profeta Mohammed. Pero solo después de la invasión el año pasado, parecieron los políticos entender que posiblemente pueden necesitar el apoyo de iraquíes no tan familiares de nosotros como este gran “ayatollah”.

Pero, por el contrario, los oficiales administrativos seleccionaron a diferentes iraquíes con los que se sentían más cómodos, y ahora soldados estadounidenses junto a civiles iraquíes están muriendo por sus errores.

Para una nación con tantos enemigos como los que Estados Unidos tiene ahora, nosotros necesitamos más aliados y menos títeres alrededor del mundo.

Frank Smyth es un periodista independiente que está escribiendo un libro sobre los levantamientos de 1991 contra Saddam Hussein. Traducción al español por Catalina Barrera.

Contra Saddam Hussein: Porque no hubo insurreccion

Published here (translated from the LAWeekly).

¿Por qué los iraquíes no se sublevaron en contra de Saddam Hussein? Lo más seguro es que muchos recuerdan la última vez que lo hicieron después de seguir las instrucciones comandadas por los Estados Unidos.

Al momento que la guerra del Golfo Pérsico concluía, el entonces presidente de Estados Unidos, George Bush, padre del actual mandatario, urgió a los iraquíes a “tomar las cosas en sus propias manos, para forzar a Saddam Hussein, el dictador, a renunciar”. Dos semanas después, muchos en verdad atendieron esas palabras para pelear en contra de su propio gobierno, el cual la Agencia Central de Inteligencia (CIA) predijo que colapsaría.

?Saddam Hussein se enfrenta a su desafió político más serio, después de 20 años en el poder?, afirmaba la CIA en marzo de 1991 en un reporte secreto escrito durante el mes que duraron los levantamientos. “El tiempo no está de su lado”, continuaba el informe.

El levantamiento comenzó el 28 de febrero de 1991 en Basora, ciudad situada en el extremo sur de Irak, cuando el comandante de un tanque perteneciente a una columna de soldados iraquíes que en ese momento se retiraba de la ocupación de Kuwait, se desvió hacia la plaza Sa’ad, cerca de los cuarteles generales del partido oficialista Ba’ath.

En esa ocasión, y en una escena que los actuales planificadores del Pentágono soñarían con que se repitiera hoy, el mencionado comandante del tanque salió de su blindado y denunció a Hussein, regresando luego a su interior, y procediendo entonces a volar en pedazos un mural, del tamaño de un edificio, con la imagen del gobernante.

El combate se extendió en ese entonces hacia el interior de Basora, mucho antes de alcanzar el conocido barrio de Jamoriya, lugar donde residía el soldado iraquí, Mohammad Honan, quien afirmó que paramilitares pertenecientes al partido Ba’ath merodiaban por las calles.

“Todos escuchamos los disparos que provenían desde la ciudad”, me dijo Honan en ese entonces, al tanto que alguien más también gritaba que se trataba de “una revolución. Ellos están gritando y disparando”, aseveró Honan, quien fuera uno de los tantos soldados que se incorporaría en la revuelta para derrocar a Hussein.

Miles de soldados, en su mayoría árabes shiítas, se unieron a los civiles e invadieron el cuartel general del partido Ba’ath, para proceder y vaciar las cárceles principales de la ciudad. Así, en pocos días, la Intifada, como la llamaron los incontables iraquíes que se unieron a la insurrección, se extendió hacia al norte sobre el río Eúfrates, consumiendo primero a Nasiriyah y Samawah, para luego llegar a las ciudades santas shiítas de Najaf y Karbala, a solo 50 millas al sur de Bagdad, los mismos y actuales teatros de combate en el presente conflicto.

Por ese entonces solo el levantamiento de los kurdos en el norte de Irak llamó la atención de la prensa; sin embargo, “la insurrección shiíta en el Sur del país fue más peligrosa para el régimen que la insurgencia de los kurdos en el norte”, afirma ahora un contemporáneo y antes ?cable clasificado? del Departamento de Estado: A través de Irak, al menos 14 de 17 ciudades estaban bajo control de los insurrectos durante las 4 semanas que durara el levantamiento, y que incluía cada ciudad bajo dominio de los shiítas en el sur, y cada ciudad de los kurdos en el norte.

El levantamiento de 1991 incluso estalló en el propio Bagdad. Un reporte secreto del Departamento de Estado fechado el 24 de marzo de 1991 afirmaba: “El descontento no se limitaba a los levantamientos en el norte y el sur? tres barrios en Bagdad (uno de ellos conocido como Saddam) habían sido acordonados por los militares por varios días debido a actividades en contra del régimen”.

Pero justo en el momento en que la Intifada se desenvolvía, los Estados Unidos y oficiales iraquíes negociaban un cese al fuego que formalmente pondría fin a la Guerra del Golfo en 1991.

Después de redactarse e imprimirse el primer párrafo del acuerdo de cese al fuego, y el cual restringía los vuelos de “ala fija” iraquíes, los generales de Saddam dijeron que querían agregar un nuevo punto, y era que a Irak se le permitiera pilotear helicópteros artillados. Los militares dijeron a los negociadores estadounidenses las dos razones por las que Irak necesitaba los helicópteros: 1) Para lograr transportarse a las negociaciones de paz, 2) para transportar a sus soldados heridos.

Para el tiempo en que los levantamientos fueron ahogados en sangre, el mundo entero sabía que las verdaderas intenciones del régimen de Saddam eran usar los helicópteros para masacrar a los rebeldes kurdos en el norte, después de que miles de civiles huyeran de Irak hacia la vecina Turquía e Irán, durante los primeros días de abril en 1991. No obstante y hasta esa fecha, portavoces estadounidenses repetidamente dijeron a los periodistas de que no conocían mucho acerca de combates en el interior de Irak.

Resulta ser ahora que los estadounidenses estaban mintiendo. Portavoces de los Estados Unidos sabían que a solo 12 días, con relación al mes de los levantamientos, el régimen de Saddam ya estaba usando los helicópteros en violación de al menos el espíritu contenido en los acuerdos de cese al fuego. “A través de Irak, los militares cuentan con sus helicópteros para combatir a los insurgentes, disparando indiscriminadamente sobre civiles en áreas con actividad de resistencia”, se lee en un secreto briefing de la mañana, preparado para el entonces Secretario de Estado, James Baker II, y fechado el 12 de marzo de 1991. Pero a pesar de todo, Estados Unidos se mantuvo despreocupado y permitió que la sofocación del levantamiento se desarrollara sin ninguna objeción.

Yo mismo experimenté esa traición sobre el terreno hace 12 años en la rica ciudad petrolera de Kirkuk en el norte Irak, tan codiciada entonces como lo es ahora, y en donde recuerdo uno de esos días cuando la Merga Kurdo Pesh , traducida literalmente como “aquellos que enfrentamos la muerte”, se las arregló para mantener sus posiciones y rechazar así a las fuerzas elite de Saddam el 28 de marzo de 1991, para luego sucumbir a medio día después de más de cinco horas de combate.

En los cruces en el extremo norte de la ciudad, miles de personas apresuraban el paso sobre dos caminos que conducían fuera de la misma, al momento que ocasionalmente algún vehículo, camión o bus cargado con algunos pasajeros, aceleraban con rapidez sobre la misma dirección. Nadie podía imaginarse por cuánto tiempo habrían de caminar y casi todos ellos contaban con agua para el camino. Muchas mujeres ataviadas en el tradicional atuendo de los kurdos cargaban a unos niños, mientras otros tantos menores y en fila les seguían al paso con lágrimas en los ojos.

En esa mañana y por solo ciertas horas, el régimen de Saddam solo desplegó un puñado de sus helicópteros, al tiempo que la Merga Kurdo Pesh disparaba hacia el cielo a través de sus armas de fuego antiaéreo capturadas al gobierno. Sin embargo y ya por la tarde, helicópteros de fabricación soviética aparecieron súbitamente por el cielo y repartiéndose sobre el entorno de la ciudad, lanzaron múltiples ataques de explosivos cohetes. Muy rápido, cualquiera a su vista, empezaron a correr.

En ese tiempo, muchos iraquíes, a lo largo de su país, fueron inundados de esperanzas. Muchos Merga Kurdo Pesh, en el norte de Irak en marzo de1991, afirmaron a periodistas occidentales cómo muchas mujeres kurdas habían dado a sus recién nacidos el nombre de “Bush”. Sin embargo, muchos de estos recién nacidos murieron al ser expuestos, semanas después de que sus padres y familia tuvieron que huir. No es de sorprenderse entonces, ahora en el 2003, el que solo un puñado de iraquíes estén rebelándose al compás de las fuerzas lideradas por los Estados Unidos.

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Frank Smyth, quien cubrió la Guerra del Golfo en 1991 para CBS News, The Economist y The Village Voice, está escribiendo un libro acerca del levantamiento contra Saddam Hussein en 1991. Recientemente estuvo en Qatar y Kuwait. El artículo tiene traducción libre.